VIDEOS | IMÁGENES | INSTALACIONES
amor
Dirección | Idea | Montaje:
Camila Ocampos
Productora:
Cruda Films
STOP MOTION
microcosmo
Dirección:
Camila Ocampos | Raúl Ruiz
Montaje:
Camila Ocampos
DOCUMENTAL
[sneak peak]
COLLAGE | PERSONAJES QUE ENCUENTRO
Parte del desarrollo de colección propia [2020]
INSTALACIÓN | Llamame pues…
sentado
delante mío, estrenando la novedad que robé de la casa de abuela
te quedaste en silencio
yo
esperando
me veía un riachuelo para fluir contigo
Un par de sillas heredadas por fuerza, la conciencia de un cuerpo -mi cuerpo- interpelado por otros y hacer tangible una ausencia, serían resultados de un acto catártico y personal que, a pesar de su gestación fortuita, mutaron en la consolidación de esta obra.
Tras una ruptura sentimental, la incesante necesidad de extirpar toda emotividad producida por el duelo impulsa a (re)encontrarme con y en objetos que aquel sujeto -ahora ausente- utilizó en espacios propios y sin saberlo serían escenario de desfases compartidos. Así, de una irreflexiva elección, me apropio de un elemento cotidiano que invita al otro a ocupar un espacio, un lugar que, paradójicamente también abre la imposibilidad de hacerlo, pues una invitación no es más que eso, una intención aguardando ser coronada por la contraparte al aceptar el acuerdo y, responde asertivamente a la invitación frenética y momentánea que sería esa “relación”: Uno abierto a la otra sin poder estarlo, la otra aferrada a la ansiedad dispuesta a asentarse. Esa silla, no solo anuncia su cuerpo, sino a los otros cuerpos posteriores a él que ocuparon lugar y atravesaron mi cuerpo.
Palabras sueltas, recuerdos, ideas y una frase se sostiene, se repite: quiero ser agua, quiero ser agua; de esa verborragia que se instala por una apertura al pensamiento, ese sinfín de palabras se estanca en un lugar, en ese asiento que (me) toca ocupar. Más que una idea, era mi cuerpo el que debía alcanzar ese estado para sostener los últimos encuentros condenados por un distanciamiento impuesto por el otro, y sin embargo, este solo languidecía porque aún seguían presentes nuestros cuerpos.
Presentar la impresión de un cuerpo azul, que pretende ser agua, emular la trascendencia a un estado de pura fluidez, supone la evidente investigación de quien se ha consagrado por imprimir cuerpos azules, Yves Klein. En ese acercamiento encontraría gestos que resuenan con los míos, ya desde la performatividad compartida, puesta para otros ojos y hecha en conjunto, se presenta una oposición a mi acto solitario: yo en ausencia de otro. Él, tácito en todo momento. Pues de este ritual carente de testigos, sólo puede ser visto el remanente, muy contraria a aquella relación vista por muchos, sentida por ambos y sufrida por uno. De los encuentros virtuales con Klein, mis hallazgos atentaban a la ironía, al descubrir que parte de su espectáculo deviene por el cuidado a no manchar los dedos de azul, de no embarrar su cuerpo y dejar plasmado en él su color. Y si, resulta irónico, pues qué más hace una/o al querer a otro ser que embarrarse por completo en la idea del otro, en la idea del nuestro. Es mi cuerpo ahora el que se ve cubierto de pintura, que chorrea y que ensucia con cada andar. Mi cuerpo y mis dedos se friegan frente a un espejo la pintura que marcaría mi espacio, que dejaría mi huella desnuda, que sacude el desapego y comprende su singularidad. Y él, al igual que Klein, no se mancharía los dedos.
Fortuitas, resultaron no ser las sillas y fue de esa intuición que parecía latente toda esta acción. De ese par de sillas que solo puedo ocupar una, la otra, vacía, sería aquello que se propone desde la técnica de la Gestalt: de su silla ausente y mi silla ocupada hago un espejo de nuestros cuerpos, de nuestra presencia/ausencia, de exilios autoimpuestos, de latidos punzantes y una angustia exhausta. Y ahora, mientras miro el abismo de la otra silla, intento acomodar mi silla.